20/5/09

LOS OJITOS DE CLARA


Trabajaba reconstruyendo mi pieza para darle un nuevo aire. Paralelamente llegaban a mi casa familiares provenientes de Suiza en su paso por Chile.

No tenía muchas ganas de nada, ni menos de bajar a compartir. Mi ánimo estaba por los suelos. Hace 2 días atrás había perdido todo lo que había ganado en meses de esfuerzo. Mi tranquilidad.

Retomé mi trabajo sin dificultades. En mi cabeza sucedían una serie de pensamientos parecidos a esos flashes noticiosos de la TV, los cuales me mantenían tenso y poco distraído de mis quehaceres.

Luego de varias horas terminé mi labor. Bajé lleno de bolsas de papel mural rasgado, y de aspecto impresentable. Mis familiares comenzaban a despedirse.
En el living estaba mi sobrina acompañada por mi hermana y sus dos pequeñas hijas. Antes de partir me pidieron que les tomara una fotografía de recuerdo. Yo accedí con gusto.

Salimos al patio para tomarla. De pronto Clara la mayor de mis sobrinas nietas de 3 años, se zafó del grupo y abrazó mi pierna. Quedé paralizado por unos segundos. La miré y me tomó de la mano para llevarme hasta ellos. Me solté para tomar la foto pero volvió a insistir.

Una sensación extraña comenzaba a embargarme.

Tomé las tres fotos y luego vino la despedida. Clarita volvió rápidamente a mi lado, tomó mi dedo índice esta vez y me comenzó a arrastrar hasta la puerta. Yo me preguntaba:

¿Cómo será posible que una niña se aferre con tantas fuerzas a la mano de un adulto que a simple vista lleva una tristeza tan grande?

Finalmente abrí la reja y salieron todos. Pensé: “Acá termina este hermoso momento”. No fue así. Clarita me sacó de la casa.

Comenzamos a despedirnos. Me agaché para abrazarla y darle un beso, luego me separe de ella. Increíblemente su manito volvió a tomar la mía.

En ese momento sentí que yo le era de suma importancia. No tenía una sensación parecida hace mucho tiempo y eso me golpeó. Disimulé frente a los demás, pero mi agradecimiento se hacía evidente en mi rostro.

Inmediatamente mis pensamientos se diluyeron y ese mal día pasó a transformarse en uno de los más hermosos de toda mi vida. Así fue. Tome su manito, pero ella eligió nuevamente mi dedo. Caminamos unos pasos para tomar un taxi hasta llegar a la vereda de enfrente.

Un taxi se estacionó. La primera en entrar fue mi hermana, seguida por mi sobrina y la más pequeñita de sus hijas. La niña continuó a mi lado…

Llegó el momento de subirse al auto pero Clarita me arrastraba para que me subiese con ella dentro del taxi. Finalmente logró zafarse sin antes sentir esa pequeña y mágica resistencia de su manito en mi dedo, la cual lentamente disminuyó hasta soltarlo.

La puerta se cerró. El auto partió y el taxi siguió su camino hasta perderse.
Entre a mi casa y mi corazón reventó. Abrasé a mi madre y lloré como un niño.
-Mamá ¿Acaso soy digno de ver los ojitos de Clara? Son tan puros, inocentes y llenos de vida…no son como los míos…

Mi madre me miró y me dijo.

…Cuando yo te conocí, tú los tenías igual…
…Y lo que Clarita vio en ti… es lo que los muchos adultos aún no han podido mirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario